Rocío Márquez y los padrinos

 

La otra semana estuve en el concierto que dio Rocío Márquez en el Auditorio Nacional de Música (Madrid, 4 de mayo de 2018). Una verdadera maravilla. Cantes de luz, se titulaba el espectáculo. A la guitarra estuvo Miguel Ángel Cortés, con su melena plateada recogida en una coleta y su traje chulo y pajarita y los zapatos más relucientes del mundo. La guitarra de este hombre me parece profunda, imaginativa y emocional, me gusta a mí mucho este guitarrista. A la percusión Agustín Diassera y a las palmas y coros Los Mellis, que son dos pavos imponentes que cada día que pasa tienen más pinta de guardaespaldas y no sé si será el gimnasio o es que se te ponen esos brazos de dar palmas.

Cerca de dos horas vino a durar la función y, bueno, yo era la primera vez que veía a Rocío Márquez en directo y me sirvió para comprobar de primera mano por qué esta mujer (Huelva, 1985) es ahora mismo una de las grandes figuras del cante flamenco. Tiene un talentazo que se hace presente en cuanto pone a funcionar las cuerdas vocales: arte, personalidad, una elegancia de diamante perfectamente pulido, cosas que todo el mundo ve y que son innegables, y luego además tiene padrinos, y esto, lo de los padrinos, también lo dice alguien llamado José María Velázquez–Gaztelu, que firma la nota biográfica del programa de mano del concierto. Copio y pego del propio programa: «Dos invitados de lujo, dos padrinos de primer nivel acompañarán a Rocío Márquez: Carmen Linares y Kiko Veneno». Esto se refiere a que Carmen Linares, conocida por todos, y Kiko Veneno, conocido por todos, iban a darle el beneplácito a la joven estrella participando en su concierto.

No tengo yo nada en contra de que los artistas, incluso las grandes figuras como Rocío Márquez, saquen artistas invitados en sus conciertos, pero sí soy partidario que hacerlo de un modo más, digamos, impremeditado, en plan sorpresa. Yo qué sé: «Y ahora, querido público, voy a cantar un tema muy especial para mí y quiero que me acompañe mi amigo del alma Alejandro Sanz», por ejemplo, y entonces sale Alejandro Sanz al escenario y la gente no se lo espera y se vuelve loca. Sí, yo prefiero eso, y no como esta vez, que Carmen Linares y Kiko Veneno estaban incluso en el cartel que anunciaba el concierto, como para halagar en letras de molde sus respectivas vanidades.

En un libro titulado Postpoesía. Hacia un nuevo paradigma (finalista del Premio Anagrama de Ensayo de 2009), el escritor Agustín Fernández Mallo cita al escritor Vicente Luis Mora a propósito del asunto éste de los padrinos, o de cómo alguien que pretende hacer algún tipo de carrera en algún tipo de disciplina artística tiene que camelarse las simpatías de las, digamos, vacas sagradas de dicha disciplina artística, los que se supone que manejan el cotarro, los que te pueden echar el cable necesiario para promocionarte. El párrafo que viene a continuación es una versión de la versión del escritor Agustín Fernández Mallo sobre la versión del escritor Vicente Luis Mora:

Hay una norma no escrita en el arte por la que el camino para llegar al éxito requiere una especie de método ascético, de camino de perfección, controlado por una serie de personas que tienen la autoridad competente para aceptarte o no en el clan de los artistas consagrados. Esta norma establece que un aspirante a artista consagrado nunca debe mostrar demasiada ambición y en todo momento deberá hablar bien de los ya miembros del clan de los artistas consagrados y de los aspirantes mejor posicionados. A cada paso que el joven aspirante ose dar en pos de su admisión en el clan, debe adoptar siempre una mueca de humilde resignación y declarar que se ha hecho lo que se ha podido, que su propuesta artística no tiene nada de ambicioso, que para nada intenta hacer algo nuevo, original o revolucionario, nada que pretenda enmendar la plana ni por un momento al clan de los artistas consagrados. Todo el proceso debe estar regido por los principios de contención, corrección política, actitud ligeramente irónica ante el hecho artístico —punkismo de pitiminí— y respeto a los mayores. En definitiva: compadreo y sumisión. (Insisto: el copyright de este párrafo pertenece en su esencia a alguien llamado Vicente Luis Mora, que, quiero dejarlo claro, me importa un pepino hasta qué punto es o no un escritor consagrado, por lo pronto yo no le pongo ni cara).

En fin, el paisaje de toda la vida, aquí el que no tiene padrino no se bautiza. Paisaje que ahora las redes sociales parece que están queriendo dinamitar un poco para puentear a los padrinos, pero me da a mí que, al menos a corto plazo, no va a cambiar su naturaleza gran cosa. Dicho esto, tampoco creo que a Rocío Márquez le haya regalado nadie nada y si está en la cima es por méritos propios, que tener padrinos por sí solo no es garantía de éxito, y si no mírenme a mí.

Por terminar esta reseña con una pinceladita colorista del concierto, me gustó mucho la versión de La leyenda del tiempo que nos ofrecieron Rocío Márquez y Kiko Veneno. Kiko Veneno hizo un pequeño speech introductorio para explicarnos la génesis de este mitiquísimo tema, porque algunas historias, por conocidas que sean, nunca las dejamos de querer oír. Ahí, Camarón, Tomatito y compañía a las órdenes del productor Ricardo Pachón: «Y entonces Tomatito se tomó unas pastillas verdes», dijo Kiko Veneno, y el público que llenaba la Sala Sinfónica se rió mucho. Hale, hasta la próxima.

Germán San Nicasio

Escritor

One thought on “Rocío Márquez en el Auditorio Nacional (por Germán San Nicasio)

  1. Yo estuve en ese concierto y también en la presentación de su trabajo «Firmamento» en el teatro Pavón-Kamikaze (por cierto, que tengo que hacer una mención al conjunto Proyecto Lorca, que han sido capaces de hacer un flamenco nuevo digno de pertenecer a la música clásica contemporánea. también decir que el público en ese concierto fue fantástico y se comportó como si de una ópera se tratara).
    Lo que más me gustó y es lo que levantó al público fue la versión más flamenca de justamente ese tema, Firmamento. Lo que menos me gustó fue el guiño a Rocío Jurado, me bastaba ya con la primera parte de Marifé de Triana. Tampoco me pareció bien que trajera a dos viejas glorias, me hubiera parecido mejor que hubiera habido una representación de la parte joven. Es decir, un padrino y un apadrinado. Rocío tiene ya prestigio para eso.

    Dicho ésto que no deja de ser la opinión de un aficionado, disfruté mucho con el concierto y seguiré a Rocío Márquez en lo posible. Lo próximo será el 2 de junio en el teatro municipal de Moralzarzal

    J. C. Bando.
    Madrid

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